Salar. Huellas de un pasado combativo - Trotapueblos - La Opinión de Granada

Salar
Huellas de un pasado combativo

La riqueza patrimonial de la localidad es una invitación para descubrir la historia de unas gentes reivindicativas
LOURDES ORTIZ. Salar no puede decir que haya pasado por la historia sin pena ni gloria. A este municipio del Poniente granadino, asentado junto al río de su mismo nombre, le sobran los motivos para presumir de un pasado, cuanto menos, emocionante. Adherida a todos los movimientos revolucionarios, la población salareña luchó contra las tropas francesas durante la Guerra de la Independencia, así como en las revueltas campesinas del siglo XIX, que en 1883 le costaron la vida en la localidad a Antonio Enciso y Vico, administrador de los Rodríguez Acosta. Pero la belleza de su patrimonio histórico es la suma de otras muchas batallas. Además de haberse encontrado en la zona vestigios arqueológicos que datan del Neolítico Superior, así como restos romanos (las ruinas de Gabino), cuenta la tradición que Salar tiene su origen en la fortaleza medieval conquistada por Hernán Pérez del Pulgar a los musulmanes el día 30 de mayo de 1486, durante el cerco de Loja. Hazaña por la cual recibiría en 1490 de los Reyes Católicos la tenencia y señoría de la villa, junto al nombramiento de alcalde y el encargo de repoblar el lugar. Sin embargo, la ‘reconquista’ de Salar no pudo borrar del paisaje a la Torre Mora (siglo XIII), que permanece en el tiempo como testigo de la presencia árabe en el municipio. Aunque muy reformada en su estructura original, esta antigua torre-castillo se conserva todavía en perfecto estado en pleno centro de la localidad. Además, a esta típica y voluminosa torre de alquería, con almenas, ventanas y saeteras, se adosa un monumental palacio: la casa nobiliaria conocida en el pueblo como ‘El Castillo’, que a principios de siglo fue morada de los marqueses de Salar, descendientes directos del capitán Hernán Pérez. También son de obligada visita en Salar la iglesia parroquial de Santa Ana (construida en 1795); la Torre de la Gallina, situada a 984 metros de altura y emplazada en el límite del municipio con Alhama de Granada, y el Torreón de los Tajos. Pero este pueblo, cuyo nombre probablemente obedece a la existencia de alguna industria salinera hoy ya desaparecida, destaca especialmente por la belleza que le confiere su entorno natural y que puede apreciarse desde numerosos puntos, como la Fuente Alta o la Cruz de Marino, que se levanta sobre un cerro desde donde se puede observar una hermosa panorámica. Los amantes de la naturaleza también tienen una cita con la Cuevecilla Monea, con bellas estalactitas y estalagmitas, o el nacimiento de aguas semitermales de El Bañuelo. Un ‘regalo’ paisajístico para la vista que debe completarse con la degustación de los manjares salareños, regados en su mayoría con aceite de oliva. El visitante no debe dejar de probar los remojones, la olla de San Antón o el arroz con liebre y perdiz, y de postre, los dulces borrachuelos. Fiestas. Otro de los atractivos de Salar es la celebración de innumerables festejos que dotan al municipio de un ambiente alegre y participativo. Por ejemplo, durante las fiestas patronales en honor a Santa Ana, los vecinos conmemoran por la mañana un oficio religioso y un pasacalles, mientras que a lo largo de la tarde y noche se entremezcla la diversión a través de los juegos populares y la algarabía de las verbenas. Los salareños también se echan a la calle cuando llega el mes de abril. La festividad de San Marcos se celebra en estos días con una romería, en la que es tradición que los vecinos salgan a correr y pasen el día en el campo. A su vez, el mes de octubre se prepara para la llegada de otoño con la histórica Feria del Ganado, cuya celebración se remonta a 1914, cuando ocupaba las plazas en agosto.

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