El barbero de Chiva
29.05.12 - 00:17 -
VICENTE LLADRÓ | | VALENCIA
A los cinco años ya afeitaba a navaja en la barbería de su padre en su pueblo natal, Sinarcas. «Y sin cortar a nadie, ¿eh?». Así que Ricardo Negre es un profesional de toda la vida; prácticamente no ha hecho otra cosa más que cortar el pelo y afeitar a los clientes, a la antigua usanza.
Con 64 años y cerca ya de jubilarse, rememora cuando llegó a la barbería de Chiva, la misma que regenta ahora y al frente de la cual seguirá su hijo, también Ricardo. Fue en 1979 y entró para ayudar al propietario de la misma, Leandro Martínez Toledo, el abuelo materno de Enrique Ponce, toda una institución en Chiva, porque fue quien inoculó el virus del toreo al famoso diestro.
Leandro, que casi es centenario, anduvo por la barbería hasta los 93 años. Ahora está recuperándose en casa, porque se cayó un porrazo.
Cuenta Ricardo que la barbería, en el centro de Chiva, debe tener cerca de dos siglos, por las cuentas que echa. El propio Leandro la heredó de la familia Basteros, y uno de los dos sillones de barbero del pequeño local «seguro que tiene más de cien años». Es británico, de la marca Triumph, y deben ser escasísimos los que queden en activo en toda Europa.
Un servicio de corte de pelo o afeitado cuesta 8 euros; si son ambas cosas hay rebaja, sobre los 12. Ricardo va explicando mientras retoca la hermosa pelambrera blanca de José Ayllón, cliente desde hace 30 años, cuando llegó de su pueblo, Villanueva de Mesía, en Granada, porque le trajo su trabajo de chófer de camiones y autobuses y aquí se quedó.
La modalidad de cortar el pelo aún es a la antigua, «al aire», indica el maestro, «no levantando los mechones con los dedos, como se hace ahora, sino con el peine, y afinando con las tijeras». Y tras detallar las diferencias y el resultado, muestra la huella de tanto traqueteo imparable con las tijeras: un apreciable callo en el dedo gordo de la mano derecha, con la uña más ancha que la de la mano izquierda.
Ricardo, el hijo, indica que estas mañas del viejo oficio «ahora no se enseñan en las modernas academias de peluquería donde he ido a formarme; sólo he encontrado una donde practiquen el corte al aire, porque lo que predomina ahora es el corte unisex».
La gran purga de barberías de toda la vida y peluquerías especializadas en hombres se produjo «con la crisis de los años 80, porque muchas chicas que no querían estudiar optaron por abrir peluquerías, y como el mercado se les fue estrechando si se dedicaban sólo a mujeres, se convirtieron en unisex, para coger también a chicos».
Con José ya ha terminado con las tijeras y ahora le repasa el cuello con la navaja. A continuación se sienta Ricardo hijo, que lleva barba de dos o tres días, y el padre demuestra sus mañas. «Para esto hace falta buen pulso, técnica y mucha experiencia», confiesa. Siempre ha quedado muy a salvo de accidentes, no hay cortes, «pero una vez, en la mili, iba a afeitar al general Gómez Hortigüela, que luego fue asesinado por ETA, y me dijo: si me haces un corte vas al calabozo, con lo que me entró un desasosiego que no me podía aguantar, pero no le hice ningún corte, claro».
Por razones sanitarias, desde hace tiempo no se puede afeitar a diversos clientes con las antiguas navajas barberas de una pieza; habría de tener una para cada uno y sería prohibitivo; pero se suple bien con las de cuchillas desechables, y en cuanto al resultado, «muchoi mejor que con las maquinillas caseras, eléctricas o manuales». Aunque ya no es como antaño, cuando los hombres del pueblo iban a afeitarse al barbero y no importaba dejarse barba varios días. Funcionaba «por escalones sociales: una vez a la semana, o dos, o casi todos los días los más pudientes». Él no ha llegado a poner inyecciones, como su padre, que también sacaba muelas; y el suegro del tío Leandro era el ayudante del médico forense para las autopsias.
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