Juan Santaella, adiós a un amigo



Familiares, amigos y políticos afines y 'rivales' se unen para despedir al ex parlamentario del PP · Siempre fue un excelente relaciones públicas y un empedernido diplomático

Jesús Cascón / Granada
Actualizado 12.10.2011 - 01:00


Emilio Alcaraz, Francisco Bustos, Antonio Velázquez, Elena de Vizcaya, José Cuevas, José Pablo Serrano, Francisco Gijón, Pedro Revilla, Gabriel Díaz Berbel…y ahora Juan Santaella Porras. A muchos de los actuales militantes y dirigentes del PP estos nombres apenas le dirán algo, pero todos ellos han sido destacados militantes del partido y todos ellos han ocupado cargos de responsabilidad en el mismo. Emilio Alcaraz, Francisco Bustos y el bueno de Francisco Gijón fueron historia viva de aquella vieja Alianza Popular. Con sus defectos y virtudes, con sus formas particulares de entender la política contribuyeron a que hoy el PP de Motril se haya afianzado como la primera fuerza política. Atrás quedaron las mayorías absolutas de Enrique Cobo y la imagen de derecha radical que algunos de estos dirigentes impregnaron entonces a un partido presidido a nivel regional por Antonio Hernández Mancha y a nivel provincial por el entonces intocable Gabriel Díaz Berbel.

Sin Antonio Velázquez, Elena de Vizcaya y Pedro Revilla hoy no se entendería la historia del PP. Los tres figuran como fundadores de aquella AP, presidida en Granada por el entonces empresario Casto Susino. Siendo presidente del Comité Electoral del partido, Antonio Velázquez, se aceptó que el hoy alcalde de Granada accediese a las listas al Congreso. En aquel momento Antonio Velázquez tuvo sus más y sus menos para que el partido aceptase a un candidato propuesto por la Confederación Granadina de Empresarios y como representante de las Cámaras Agrarias. Sin la decisión tomada en su día por José Pablo Serrano, alcalde de Huéscar, José Cuevas, alcalde de Villanueva de Mesía y otros muchos como el senador Pedro Montañés, todos ellos miembros de UCD, el PP no se habría convertido en el partido referente del centro derecha granadino y español.

Y qué decir de Gabriel Díaz Berbel. Sobre 'Kiki' ya quedó todo dicho cuando hace unos meses nos dejó tras su fallecimiento. Quién le iba a decir a Gabriel que pronto se iba a reunir con él unos de sus mayores contrincantes políticos, "contrincantes" en el buen sentido de la palabra. Las relaciones entre Juan Santaella, quien nos dejó el pasado domingo tras una larga enfermedad, y Gabriel fueron siempre de amor-odio. Juan Santaella, quien empezara su carrera política en la UCD, alineándose en el bando de los cristianosdemócratas de Óscar Alzaga, siempre tuvo la habilidad de conseguir sus objetivos. Era un hábil negociador y utilizaba como nadie sus relaciones con los periodistas para lograr sus objetivos, y vaya si los logró (siempre me recordaba las dos ocasiones en que le logré meter un gol, una con ocasión de las listas electorales para las municipales, y otra con ocasión del pacto con los "catetos" en la Diputación). Como hombre fuerte del PDP andaluz, un partido en el que los militantes cabían en un taxi, según la expresión del entonces presidente regional Antonio Hernández Mancha, Santaella logró en Granada lo impensable. No sólo colocó a sus entonces hombres de confianza Jesús Pérez García y José María Carvajal en el Ayuntamiento de Granada, sino que consiguió que Andrés Ollero fuese cartel electoral de aquella coalición AP-PDP-UL, en contra de todo un partido que abogaba por un cartel electoral encabezado por Díaz Berbel. Con el paso del tiempo y gracias a sus más que excelentes relaciones con Javier Arenas, de quien había sido compañero de partido en la Democracia Cristiana, además de ejercer de secretario general con Arenas de presidente, Juan Santaella pudo y supo, a pesar de las reticencias de los dirigentes del PP, hacerse un hueco tanto en las listas para el Parlamento Andaluz como al Senado.

Pero falta describir su carácter y su capacidad social para rematar este perfil de un político, profesional y pensador granadino. "Juanico" Santaella era buena persona en las distancias cortas. Y en las largas, también. Siempre tenía una palabra de afecto, un "cómo te encuentras" o un "qué tal tu familia" cuando se encontraba contigo en cualquier calle granadina. Amante de la sonrisa como tarjeta de presentación, se erigió en un excelente relaciones públicas y un empedernido diplomático metido en política, capaz de unir a enemigos irreconciliables, e incluso de su 'enemigo' Gabriel Díaz Berbel. En privado, Juan no restaba un ápice de importancia a la labor, trayectoria y experiencia del que fuera alcalde de Granada, y en público se limitaba a guardar las distancias pero siempre manteniendo el decoro y la educación suficiente como para no faltarle el respeto a nadie. Sufrió lo indecible en el desagradable proceso judicial con Inagra, donde fue indemnizado finalmente tras once años vinculado a la empresa municipal y, posteriormente, se volcó en sus grandes pasiones: la abogacía (destacado miembro de Cremades-Calvo Sotelo) y sus nietos.

Llevaba tiempo en Navarra, en la clínica universitaria, intentando seguir adelante con su lucha contra la enfermedad. Irónicamente murió en la misma ciudad donde se licenció. Conocía la tierra que ahora le ha visto morir. Pero fallecer es un proceso, un cambio. Ahora está sonriendo en otro lado. Salud, caballero.

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